El nombre de Gaspar Noé es el que inevitablemente asociamos a las pesadillas y la transgresión. Sus películas son lo más cercano que uno puede sentir a una experiencia activa en una experiencia tan pasiva como ver una película, ya que te atacan de frente. Ya sea con ambientaciones sensoriales increíbles, maravillas técnicas que parecen imposibles o con historias tan intensas que parecen desgarrarte la piel delante de ti, sus películas te aplastan.
Por eso puede resultar chocante que se decante por una película como ‘Vórtice‘, que llega a los cines como su obra más madura donde deja sus partes más histriónicas para contar una historia íntima y desgarradora sobre la vejez, la enfermedad y el amor complejo. Esto no parece ser lo que se espera. pero la pelicula termina escondiendo bajo su superficie varios aspectos de la marca de la casa que la convierten en una experiencia familiar, aunque acabe siendo diferente.
el tiempo lo borra todo
La entrada de la película ya crea un marco concreto. “To All Whose Brain Breaks Before Heart” dice un bloque de título al principio para dejar esta compleja mezcla de melancolía y devastación en nuestras mentes antes de que comience el espectáculo. Entonces vemos cómo guarde esa pantalla dividida que ya le ha dado un buen uso en su fabulosoLux Aeterna‘, aunque aquí tiene un propósito menos epiléptico.
Dario Argento y Françoise Lebrun interpretan a una pareja de ancianos en Francia, con Alex Lutz interpretando a su problemático hijo. Padece una enfermedad neurodegenerativa, y es frecuente su pérdida de orientación y conciencia de lo que hace.
Es un Bloque del Escritor que ya ha asumido las dificultades diarias de sobrellevar la enfermedad de su esposa. Noé asegura que hay una parte de sus experiencias -de estar bloqueado, de tener un ser querido con demencia, de mirar a la muerte a los ojos- en esta película, aunque no es autobiográfica ni pretende venderla como “su historia más personal”.
los la quietud y la mesura con que se nos presenta la historia y las interacciones de estos personajes rompen con el curso habitual de sus películas. El toque de las pantallas divididas que muestran diferentes perspectivas en paralelo -un detalle fabuloso que sirve para acentuar la división y la distancia que genera la enfermedad- parece el único elemento no convencional propio de alguien habitualmente provocador.
‘Vortex’: espiral sin freno
Sin embargo, a medida que se desarrolla la historia, vemos más toques típicos de las intensas experiencias de sus películas. Sin renunciar a la intimidad con la que se presenta, estamos presenciando momentos que se vuelven verdaderamente angustiososotros que se vuelven realmente incómodos hasta el punto de romperte el corazón, y otros que sacuden tu columna hacia arriba y hacia abajo en estado de shock.
En estos momentos logra una reflexión demoledora sobre la dificultad del amor en la enfermedad, sobre cómo el tiempo lo borra todo y hasta hace un comentario mordaz sobre las drogas que no está tan lejos de ‘Climax’.
La aparente intimidad y austeridad de la propuesta consigue ocultar que es una de las películas más ambiciosas de Noah, que intenta realizar una de sus intensas e inquietantes espirales desde otro prisma y con otras herramientas. Llegar a la misma experiencia activa por otro camino aparentemente pasivo.
Una ambición que en ocasiones choca con el pleno desarrollo de la historia, que se vuelve inestable a medida que se acerca el final y el cineasta toma algunos atajos para llegar a los momentos que desea. Sus casi dos horas y media no son redondas, pero es justo reconocer que tienen algunos de los momentos más lúcidos del cineasta. Solo por eso, ‘Vortex’ es un trabajo que vale la pena considerar.